miércoles, 8 de diciembre de 2010

La suerte, el destino, una ilusión,
nos hizo coincidir en este casi existir del universo.

Fidelidad

Ese día me arrepentí de mis palabras.
Y las palabras, ¡pobres!, arrepentidas de sí mismas,
vagaban murmurando su pecado eternamente.
Castigado por tus propias quejas.
Torturado por tu propia angustia.
Liberado por el terror
y la palabra del otro.
Me besaste como quien besa el paisaje de su propia perspectiva.
Y mi beso soñaba con devolverte el beso tamizado por extraños.