martes, 25 de junio de 2013

Qué más pruebas necesitáis de que no somos dueños
de nuestros sueños. De nada, pero de nuestros sueños
menos. Al menos yo.
Pienso en los días recurrentes, sus escenarios, que ya
debiera conocer de memoria y sin embargo ahora
no podría, frustración delirante, reproducir de memoria.
Pienso sobre todo en ciertas músicas que nunca me da
por anotar (¿cómo se graban apuntes en el sueño?), porque
cuando uno quiere palabras no hay palabras
ni letras ni notas en el sueño; sólo vivencias.
Y esa músicas ni yo ni nadie las oirá jamás.
Y en cambio, nunca sueño contigo, sorpresa de la realidad,
abrazo de un calor innovador en cada llegada.
Nunca sé de qué otro amor me vas a hacer quererte.
Y vivo expulsado en mis sueños de tus verdaderos brazos.
Y vivo expulsado en mi memoria despierta
de cuantos detalles merecen la pena.
Por eso me veis todos yendo a buscarte.
Algo más que acción, menos que sombra.
Hay en las superficies de los objetos
espejos que son miradas. Si no,
no se explica. Cuánto reconocimiento.
Interrogantes buscan detalles, tal como tú
buscas detalles, y te interrogas ante un espejo
o ante un objeto o ante sus superficies.
Oyen, como ecos, pensamientos dando nombres
a sus detalles y a los detalles de sus nombres.
Sólo el espejo no es objeto ni mirada.
Es el nombre de una superficie para un lugar
al que no tenemos acceso. Bienvenido:
otro vacío más que limita lo humano.