sábado, 13 de diciembre de 2014

Levanto la vista hacia mi biblioteca

La biblioteca cae como una lluvia
de verano y no es la primera vez.
Es una armería de escudos de silencio
y no es cierto que quieran caer en mis manos,
donde se vuelven huérfanos de su momento,
su peso entre mis dedos huérfanos, eso 
es una fantasía.
Las palabras huelen a la tela mojada
que se pegaba a tu piel caliente de ti
fresca de la lluvia recién escrita
cuando no debía, no la esperábamos.
La transparencia cómplice de la humedad
se va a volver a resbalar en los labios.

Y no esos tomos que callan. Tachados,
diríamos. No puedo estudiar de tanto que quiero
pensar en ti.