domingo, 20 de noviembre de 2011

Límites

Llegar a casa vivo y cuerdo
es un engaño de los dioses,
una ingenuidad que nos salva de su envidia.
¿Cómo podríamos hablar de esos requiebros,
de esos pestañeos, de ese susurro de pensamiento?
Todos los cuantos sentimientos que forman
el laberinto que sirve para esconder
la línea recta de la muerte.
Cuando quería llegar todo era movimiento,
pues ese era su querer, la esencia de su mundo.
Algo se dio por vencido, se rindió,
y ya no estaba allí, y no era
sino la extraña llegada de lo inesperable.