Hay quien revisa mucho, repasa su texto,
lo poda, evita que proliferen los pulgones,
esconde las hojas secas, mutilando sin piedad
la rama que creció en una dirección indiscreta.
Si el fertilizante venía en lata, no lo confesará.
Si el ictericida era legal no lo dejará claro.
Y si en la superficie no queda mota de aspereza
que pueda denunciar la alegoría, entonces
hablará. Pero me encuentro que otros
recopilan hojarasca, latas, venenos, desvíos
y derrotas, y proclaman ¿no es esto la vida
y la deriva real de este planeta trepidante?
Y entonces yo ya no sé a qué atenerme:
si soy de unos o de otros, si debo atenerme
al deber ser o a lo que soy si algo fuera
realmente.