lunes, 20 de diciembre de 2010

I
.....Mehlblick repasaba una y mil veces los pliegues de un pañuelo. Con los ojos fijos, no observaba el cuidado con que la niña, Nuria, mudaba las vendas y limpiaba las heridas del soldado. Louis hacía muecas de dolor e incomodidad que indicaban, sin embargo, su descanso. Y cada movimiento, cada pequeño pedazo de carne sucia quitada, cada trapo despegado, era un eslabón más de cariño o algo que incómodamente nombraríamos como felicidad. Pero nada de esto veía el agrietado molinero.
.....Le preocupaba el aspecto rudo y algo siniestro del muchacho, Tomás, al cuidado de sus hurones. “Me vendría muy bien que tus hurones limpiaran de ratones mis graneros. Desde luego, que van a disfrutar de lo lindo esta noche”. Lo cual quería decir que tenía miedo de que esos forasteros husmearan donde no debieran. ¿Cuánto tiempo podría tener escondidos a sus hijos? ¿Qué hacer? Un soldado solo, con dos niños, saliendo de las montañas... no sólo era sospechoso, era inaudito, incomprensible.
.....–En cambio a vosotros, no puedo daros gran cosa. Hace meses que no tengo grasa para los ejes y tengo que machacar los granos a mano. Los granos se acumulan y los ratones se lo van llevando todo. Hay ratones por todas partes. Apenas me queda nada.
.....Louis lo oía. El molinero tenía la cara mal encajada, como el que no sabe dónde ha dejado el miedo o la amabilidad y da vueltas buscándolos. Ropas pobres, pelo hirsuto, ceniciento. Un molinero sólo en un molino tan lejos de ciudad alguna... era algo más que curioso.
.....Nuria cerró los últimos nudos y devolvió la bacía al molinero dando las gracias.