martes, 5 de marzo de 2013

Vas a estirar tu clasicismo hasta la médula
de todas las simetrías.
Camino que en tu mejilla pudiera ser un río
cuando te convertiste en descenso conmigo.
Es tu decisión la que ves flotando entre nenúfares
en los espejos sin labios de esta ciudad de hachazos. Mi consejo.
Vas a llenar mi espera de contrarios
fuera de todo
estilo de creencia por latido.
Y la tierra no estaba preparada.
Porque escindiste la sábana del día
con eficiencia de amante.
En la nueva ciudad ya no habrá puertas
sino calles extremadamente estrechas
y muy difíciles de recorrer
pues como humanos desbordaríamos sus extremos.
La salida ya nos apremiaría como distancia
y al llegar nos sentiríamos desconcertados.
Tú querrás un plano de los abrazos.
Y te perderás entre sorpresas y bienvenidas.
Te demorarás en los escaparates diversos de la despedida.
Pero recuerda, si alguna vez dejaste tu mano
largamente posada sobre hierro y madera
como si el brazo en tu cuerpo siguiera a la espera,
los tiempos en que fuimos colmenas de muros,
guiños de válvulas con algo sin decir.
En el inesperado y sorprendente
tedioso tiempo que dura la caída
dudo de la estética de tu mirada
y no siento tan firme el lazo de tu mano;
pero si me remontas el vuelo
si nos arrebatas a esta lógica tenaz
con que la realidad impone su coherencia
te amaré para siempre.