lunes, 31 de enero de 2011

I
.....La misión era clara: entrar lo más pronto posible en Bizas, la capital enemiga, sitiada durante años por tropas ingentes. Una vez allí, sólo el capitán sabía qué hacer. Ciertamente sonaba a imposible, pero tenía un aliciente: el incógnito. Era una excusa para quitarse de enmedio de aquella guerra... al menos hasta llegar a su propio núcleo, a lo más caliente del mismo infierno. No tiene sentido; pero qué tenía sentido en aquellos días.
.....Turín, el capitán, seleccionó él mismo a sus hombres: en menos de dos días, siete buenas piezas de lo más granado de los cuarteles de palacio y de los burdeles y lodazales de Insburg. En primer lugar, los hermanos Asif: piel oscura y ojos azules, hábiles con las manos, certeros con las armas. Cada uno, un paladín de las sombras; juntos, un ejército brillante. También estaba Claudio, el de las buenas palabras, un personaje difícil de describir, difícil de recordar. Todo lo contrario que el gigantón de Básil: dos metros de músculo y fina ironía. Su sola presencia ya era media batalla. Louis Irving, André Green y Jean Farmer completaban la lista, soldados jóvenes y eficientes; cada uno con algún detalle en su historial que atrajo la atención del capitán. Por supuesto, Turín se reservaba los detalles de su criterio, y todos asumieron que el juego de las adivinanzas serviría para amenizar el largo viaje, durante el que habrían de ser invisibles.
.....El capitán envió a Básil y a Claudio directamente a Bizas, por mar. Debían inscribirse en cualquiera de los ejércitos de sitio. Debían actuar con normalidad. Debían mantenerse alejados de cualquier riesgo. Su misión consistía en estudiar la mejor manera de entrar en la ciudad para cuando llegaran los otros seis. Por supuesto, a nadie le gustó desprenderse del gigante, aunque ciertamente, hubiera sido difícil no llamar la atención con él durante el viaje. Básil protegería bien a Claudio, y el charlatán protegería bien al gigante (todos se lo disputarán en el frente).
.....Y el mismo día que vieron zarpar el barco, con los que ya intuían los más valiosos del grupo, los otros seis emprendieron a pie un largo camino hacia la ciudad de las mil puertas.