–Completada por los dones de los dioses–
Cómo atravesó mi curiosidad no sé.
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No siempre hablo a veces trazo
itinerarios no siempre escucho
sino rara vez hilvano generalmente
quien me conoce sabe que no existo
quien me ama no tolera mi olvido.
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La disciplina de los soldados hace estallar las tormentas.
La educación es inútil en el bando de los gigantes.
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La belleza inmaculada es una vaca mirada por cien ojos;
pero cien ojos no son toda la humanidad.
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Variables idiomas compiten por una torre más grande.
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El muestrario de razones en la frente
asesina a la mujer con su quijada de burro.
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Cuando la luz mira ve a trozos de madera.
Tú miras y ves la gloria de los héroes.
Me miras y hablas del vacío y de la luz.
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Tres mujeres, por divertimiento, no tienen frío.
Sólo una es atenta y me ama, lejos del infinito.
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Me distraje sólo una vez y ya fui piedra.
Tu amor quería poblado de espejos.
Tu voz. De la que nadie habla. Ellos
erigen en mí la verdad. Yo fui
lejos de tu voz, un instante, piedra.
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Destilo los dardos de razón y venganza
–yo soy la serpiente que ha de matar a tu madre–
y te ofrezco veneno tuyo y mío en palabras
de mujer y civilización.
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Padre tonante de brazos imparables.
Tus atenciones me fulminan instante por instante.
–Dime caos, dime humedad, dime fuego, con voz de trueno–
Mis hijos, serán héroes, lejos de mí.
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Te he oído amándome
y ahora repito la última imagen del espejo.
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