No seas como el viento, que vigila el planeta y no se cansa, que despliega implacable el silencio de la venganza, que derrota el edificio por la grieta de un error, que siembra en los pensamientos frío y olvido.
Sé como el viento, que escucha y obedece,
que escribe en sí mismo
la rosa de sus actos,
que lleva consigo el fuego hacia
el húmedo horizonte de tus palabras,
que late y late, sin parar,
y habla y habla, sin saber
que te ama.