domingo, 9 de marzo de 2014

Estudio de una mujer con abrigo celeste III

Había en su humor un toque de resignación. Sobre ese discurso aprendido, repetido, tantas veces, repetido, el mismo una hora y otra hora, un día y otro día. Llegar hasta el humor era un regalo para nosotros. Llegar hasta el humor era una proeza, creo yo, admirable, porque al menos un pie se quedaba desnudo allá en su sufrimiento, al menos un trozo de recuerdo, aunque sólo fuera la mitad de un abrazo se quedaba desnudo allí donde su sufrimiento bajo el sol conquista el momento. Ella hacía preguntas triviales. Ella era una pregunta fundamental.