viernes, 30 de septiembre de 2016

El olvido es la tierra prometida

En estos días se han venido cumpliendo
las más precisas promesas. Por ejemplo:
se ha cumplido la preciosa promesa del
olvido. Aunque, por olvidar, nunca sabrás 
ya que has olvidado. Esto que lees es el
aviso de que no lees, que lo has olvidado,
que el olvido es el precio final de tu lectura.
Por ejemplo. Que estos días ya no son
estos días, que son la promesa cumplida
de estos días que te leen a ti escribiendo la
premisa del olvido.


miércoles, 28 de septiembre de 2016

Crisis dialéctica

Sé que habláis sobre mí entre vosostras.
En secreto, a mis espaldas, cuchicheáis.
Sobre mí y sobre otras cosas, que no me 
contáis, pero en lo que a mí me toca, sospecho,
entre mis múltiples sospechas, vuestra constante
conversación, vosotras, ideas. ¿O no es así?
Acaso me diréis que no os conecéis las unas
a las otras, que vivís
ajenas, independientes,
sordas, mudas. Y si eso
fuera cierto, ¿lo sabe
el ser humano? ¿Desde 
cuándo no es consciente
de esa realidad?

martes, 27 de septiembre de 2016

Trabalenguas

El lenguaje de los niños es, cuanto menos, desconcertante.
El lenguaje de los ancianos es, cuanto menos, inquietante.
El discurso de la mujer, delirante.
El discurso del hombre, decepcionante.

Pero todos sienten,
en la imaginaria profundidad se su ser,
dominar el mundo entero con su lenguaje.

Mienten tanto, saben tan poco, que,
como tampoco saben
mentir, acaban siendo
sinceros sin darse
cuenta.
De nada.

lunes, 26 de septiembre de 2016

Sus-picac-es

Pero verás: yo soy un poco
alambicado, necesito
cierto vértigo que robe
como un soplo hacia el final
del precipicio el ánimo,
el entendimiento.
¿Quién me dijo esto?
Intento averiguarlo.
¿Quién me sugirió
que lo volcara al escrito?
Tengo
mis sospechas. Es, de hecho
de las pocas pertenencias que puedo llamar

mías, en la medida
en que tú, con tu ahora,
quieras robarlas.

domingo, 25 de septiembre de 2016

Eideme

En el crujiente rebozado de un silbido perpetuo
vas a entregar ahora la elegancia perdida.
Ese horario que dice qué es el trabajo.
Esa ruta desplazada a este lado del sol.
Tú quieres conducir tu cuerpo por el entendimiento;
Yo me resisto a entregar 
mis dedos o tus secretos.

sábado, 24 de septiembre de 2016

Gracias por su vista

Dicen
que el eco es otro espejo.
No sé dónde
porque
esta idea
(espeto espero espejo estero encejo)
siempre ha viajado oculta
en el eslogan.

viernes, 23 de septiembre de 2016

Audinario

Salpicado de adenores perpendiculares, 
voy solicitando merienda entre las venas.
No sé cuál es la hora en la franja en que pusiste
un viento residual,
un códice drenario,
un sable que a la par fabrica su escenario.
La calle está desierta de recuerdos.
Busco en internet los cuidados de la rosa.

jueves, 22 de septiembre de 2016

¿Cuál es el contenido de los sueños?

I. Me siento / abocado a la destrucción / y cada momento es un milagro de supervivencia. / Pero me engañan las sensaciones; / son producto / del viento y de la química, / el café, el hambre, el contenido de los sueños.

II. Fantaseo / con que aprendimos a leer / y, mientras hablamos, dando un largo paseo / por los lugares que nos gustan / -tú por los tuyos, yo por los míos- / sabemos comprender / a un tiempo / tu mundo y el mío, / y algunos de los posibles e incluso / los que no pueden ser.

III. Tal vez ya fue así y no pudimos / saberlo, porque entonces éramos otros / recuerdos distintos / a los nuestros.

IV. ¿Dónde dejamos / entonces el problema / de la identidad, la virtud, / el sabor y la respuesta, / el ser en el hábito?

V. Pero estas son / inquietudes inventadas para / futuras etopeyas, cuando / esta civilización haya / desaparecido y nuestro amor sea / del todo incomprensible.

miércoles, 21 de septiembre de 2016

Euridismo

¡Ah, sí!, usted anda buscando
mis habilidades sociales.
Creo que recibí en otros tiempos
varios ejemplares. Entre y ayúde
me.
Creo que pueden estar
entre ese montón de rigor
constructivo, de pulcritud
ideológica. Perdone
el polvo -son mis célu
las muertas- pero son tantas las horas
en desuso desde que viven
conmigo o cerca de mí
el cariño, la tristeza.

martes, 20 de septiembre de 2016

Países fantasma

   Hace unas semanas quitaron las entradas de Wikipedia sobre los países fantasma. No puedo decir el momento exacto porque tampoco es que hiciera ningún seguimiento exhaustivo ni nada de eso. Pero sí que llevaba largo tiempo siguiéndole la pista a ese tema, algo interesado, curioseando, sin llegar a ningún estudio profundo ni a mero aficionado. El caso es que el trabajo de limpieza sí ha sido minucioso: ya no hay páginas, ni portales en wikis ni Google ni buscador alguno. El término “países fantasma” lleva a los ya clásicos microestados o los países étnicos que no responden a las fronteras postcoloniales.
   Lo que anoto aquí como “países fantasma” es otra cosa: un fenómeno cuyo apogeo se desarrolló en los años de mi juventud, pero que hasta hace poco aún se debatía. Cierto es que nunca –lo cual, ahora que lo pienso, resulta cuanto menos extraño– había tenido repercusión en medios de comunicación generalizada. Esto último tendría que comprobarlo más concienzudamente; no puedo descartar todas las revistillas raras que aún se venden y a las que no hago caso alguno. Desde luego, nada en telediarios, ni periódicos ni magazines. Recuerdo haber hablado de ello con mis compañeros de facultad, como esas curiosidades del mundo virtual, los metaversos, cuando aún estaban en pleno funcionamiento.
   La peculiaridad que definía estos países fantasma, que los distingue de cualquier otra noción de nación virtual, es que su población permanecía estable en cero habitantes –esta concordancia de plural en castellano refleja bastante bien esta noción de virtualidad a la que me refiero–. Estos países sólo tenían presencia en internet, y su fundamento territorial era de lo más variopinto, reivindicando desde espacios fractales mal medidos entre las fronteras y las costas de los países, hasta dimensiones matemáticas, lógicas, gramaticales y narrativas varias. Tenían organismos y entidades públicas, privadas, económicas, militares, etc. Se podían encontrar universidades estatales, conciertos, programación diaria de televisión y radio. Y no eran estados aislados, sino que podían encontrarse algunas decenas. Interactuaban entre ellos, incluso con los organismos y empresas “auténticas” (esto último nunca corroborado por los estados “auténticos”; aunque ya digo que tampoco hay mucha información ni entrevistas ni artículos sobre declaración alguna). Los estados funcionaban activa y permanentemente. Había en ellos un trajín cotidiano idéntico al de cualquier país de nuestro entorno. Eso sí, la actividad no podía concretarse en ningún ciudadano. Nadie sacaba provecho, usufructo ni beneficio alguno de su existencia. Nadie lo reivindicaba. Cada estado simplemente existía.
   No era infrecuente toparse con carteles y folletos que anunciaban propaganda turística y paquetes vacacionales a estos países. El chasco se lo llevaba el que, interesado por el viaje, preguntaba en las agencias y entonces se enteraba de que esos países no contaban con ningún espacio “físico”, más allá de su propia descripción. ¿Qué sucedía si alguien, a pesar de todo, decidía pagar el viaje? Aquí la cosa no está clara, pues, en su momento, no me dio por entrevistar a ningún agente de viajes –no me parecía un asunto tan importante– y todo lo que sé viene de aquellas conversaciones y esas páginas de internet que ahora han desaparecido. El dinero que la agencia pagara, supuestamente, a las empresas de un país fantasma se convertiría en dinero fantasma. No se trataba de dinero negro: cualquiera, parece ser, podía hacer un estudio económico de estos estados y sus entidades. Eran un ejemplo de perfecta transparencia en la gestión. Y lo más curioso, es que el balance de ingresos y gastos era siempre e invariablemente cero. Todo ingreso era invertido en algo. Esos estados, en desarrollo permanente, no crecían ni menguaban. A pesar de existir como entidades públicas y económicas, no existían ni como población ni como hacienda.
   ¿Por qué hoy no hay rastro de estos países? ¿Por qué tampoco hay rastro de esas páginas que hablaban de ellos y los describían mucho mejor de lo que ahora puedo hacer yo? No lo sé. El asunto pasó de moda, como tantos otros temas de discusión que ahora tampoco puedo recordar. Pronto pasará, con los demás, a la competencia pasiva de mi historia: aquello que reconocería si se me comentara, pero que por mí mismo soy incapaz de evocar. Tampoco puedo saber a ciencia cierta si todo aquello empezó en la época en que empezamos a hablarlo o bien venía de mucho antes sin que nosotros lo conociéramos.
   Sospecho que ha habido algún interés por borrarlos del mapa –metafóricamente hablando–. Si no, no se explica el prolijo barrido que se ha llevado a cabo con sus referencias. En algún sector importante habría empezado a molestar; el mismo sector que tuvo buen cuidado en que no trascendiera a la opinión pública masiva. Tal vez se trataba de algún juego, o algún experimento o algún pasatiempo que generaba páginas y páginas de información, comentarios, folletos, programaciones... Eso sí, siempre sin que transcendiera nada individual, nada personal.
   El caso es que, hoy por hoy, no tengo modo de encontrar, mediante métodos de búsqueda convencionales, ninguno de estos elementos. Como todo testimonio sea como el mío, a posteriori, como de oídas, leídas, en terceras voces, temo que el asunto será imposible de volver a estudiar fielmente. Estos países, pues, acabarán afincados en los húmedos terrenos de la ficción.

lunes, 19 de septiembre de 2016

La memoria del zahorí

   Esa mañana, varias ráfagas de golpeteo llamaba a la puerta de Manuel. Perezoso por el repentino despertar, pero urgido por la insistencia de las llamadas, tuvo que vestirse a trompicones y asearse como pudo. Bajó aún algo dormido, casi cayendo, las escaleras. Al dirigirse a la puerta de la calle sintió como una pequeña punzada el no dirigirse, como era habitual, a la cocina. Hoy no desayunaría; al menos aún.
   –¡Manuel!
   El zahorí abrió la puerta con premura y desdén. Lo esperaba un grupito de unos cinco vecinos serenos e impacientes, apretados en el zaguán. Manuel los reconoció al instante, pero como aún no estaba despierto del todo, demoró una mirada por cada uno mientras hablaba.
   –¿Qué es esto, por Dios? ¿Ha pasado algo?
   Pero en los rostros de sus vecinos no había un ápice de miedo o angustia; sí una curiosidad urgente, ansiosa.
   –Buenos días, Manuel. Queremos que observes el agua del pozo que nos encontraste.
   –¡Qué pronto habéis terminado el pozo!
   –¿Nos permites?
   Manuel les abrió el camino hasta el salón, donde otras veces se habían reunido estos u otros vecinos. Había en esa ocasión cierto aire conspiratorio. El silencio era tenso y expectante. Todos se aprestaron a sentarse en torno a la mesa de café, acomodando sus nalgas en los sillones, en el sofá, las sillas, inclinando su cuerpo todos hacia el centro. Sobre la mesita de café, el dueño del pozo sacó una pequeña tinaja que traía guardada en un enorme bolsón de piel. 
   –Trae algunos vasos.
   A Manuel le desconcertaba toda aquella solemnidad natural, le importunaba a esas horas de la mañana, pero la contundente resolución de sus amigos le empezaba a excitar la curiosidad. Fue a por los vasos y volvió, decidido a no demorar más el asunto y acabar, fuera lo que fuese.
   –Mira.
   –La tinaja está vacía.
   –¿Sí, verdad? Cógela.
   Manuel alzó la tinaja vacía. En efecto, no pesaba más que lo que el barro hacía suponer. Sin embargo, notó como si la tinaja oscilara en sus manos, como si estuviera llena de agua. Incluso empezó a ver en el interior los típicos hilos de luz producidos por la refracción caótica del líquido.
   –¿Qué es esto, un truco de magia? ¡A estas horas! ¿De qué feria venís? –exclamó Manuel devolviendo con enfado la tinaja a la mesa.
   –¡Que no, hombre! Míralo bien.
   El dueño del pozo, al que todos parecían haberle dado la portavocía tácitamente, cogió un vaso y lo introdujo en la tinaja vacía, como si lo llenara. A continuación vertió la presunta agua en otro vaso. En esta ocasión, todos pudieron comprobar, con alegre satisfacción, excepto la extrañeza absoluta de Manuel, que el agua caía hacia el vaso con todo su juego de brillos y con toda su jovial sonoridad. Pero bien mirado, no caía nada. Manuel cogió el vaso, casi se lo arrebató de las manos aunque su vecino bien se lo ofrecía. Estaba vacío; sin duda. No pesaba.  Manuel lo agitó y notó cómo el agua se derramaba y salpicaba. Las presuntas gotas cayeron sobre su piel, notó su humedad y su frescor; pero no notó cómo ese frescor perduraba y se desvanecía poco a poco, como era propio del agua. Al pasarse la mano sobre el brazo, la piel estaba seca.
   Ya con cierto temor, Manuel decidió probar un trago. Notó perfectamente el líquido deslizarse por sus labios, pero nada en la boca. Engulló con cierta aparatosidad y volvió a notar el agua bajar por la garganta. Pero nada más. Inmediatamente era como si no hubiera bebido nada. El vaso seguía tan vacío como antes parecía igualmente vacío. Manuel, en seguida consideró si realmente había algo en su estómago o no. Aún no había desayunado: ¿cómo distinguir un estómago auténticamente vacío de un estómago lleno de un pseudo-vacío? Manuel no era tan culto como para tener la noción de “pseudo”-nada, así que probablemente, sus cosideraciones sobe el pseudo-vacío eran también pseudopensamientos, alimentados tal vez por la pseudoagua que ahora recorría sus tejidos y sus venas. Si eso era así, tal vez se trataba ya de pseudotejidos, de pseudoneuronas que estaban produciendo así un pseudo-pseudopensamiento.
   –¿Qué hacemos ahora? ¿Qué hacemos con esto?
   –De momento creo que este asunto no debería ir más allá de nosotros seis. Lo siguiente, sería llevar alguna muestra a un laboratorio.
   –¿Habías visto alguna vez algo así?
   –No, desde luego.
   Pero entonces supuso que tal vez su memoria no era auténtica. Tal vez llevaban siglos bebiendo de esa agua, sin saberlo. El pozo, sin duda estaba ahí, donde él lo encontró. Fluía, si es que hacía algo, por debajo de la comarca, en conexión con otros pozos. Tal vez se había mezclado con otras aguas, aguas auténticas, y entonces hubiera sido imposible detectarlo. Regaban los viñedos con no-agua. Bebían en la fiestas ese menos-vino. Y así sus pensamientos eran ausentes, sus conversaciones vacuas, sus recuerdos fantasmas. Así pues, ¿y si había visto algo así alguna vez pero la naturaleza misma de la no-agua le impedía recordarlo? En ese impedimento, ¿tendría la no-agua una inteligencia propia? Una inteligencia que consistía precisamente en la no-inteligencia, el no-recuerdo.
   Especulaciones. Especulaciones fundadas en algo que se comportaba como el agua, pero que era absolutamente transparente, con tacto pero sin peso, sin humedad, sin temperatura.
   –¡Tengo una idea! ¿Quién tiene un acuario con peces?
   Los hombres comprendieron al momento. Todos levantaron sus cincuenta años de músculo con el entusiasmo de niños de un metro que acaban de capturar una lagartija.

domingo, 18 de septiembre de 2016

Inmensas bibliotecas

   Es frecuente, en las bibliotecas, ir a las estanterías, en busca del ejemplar buscado, en el anaquel preciso que consta en el archivo, justo entre la signatura tal y la cual, y encontrar allí un decepcionante hueco. Pequeños hurtos son inevitables; a veces se trata de simples olvidos o dejadez de los usuarios. Suele suceder precisamente con los libros más demandados, de uso común, de los que generalmente se dispone de varios ejemplares. Por eso, estas pérdidas suelen asumirse con resignación. Se llama al prestatario al número de teléfono de su ficha o se escribe un correo. A veces se recupera, otras veces no.
   Es cuando el bibliotecario decide comprar más ejemplares para suplir sus bajas cuando, en las circunstancias adecuadas, entra en conocimiento de toda una dinámica encubierta para el resto de la sociedad, en la que quedará absorto por hipnosis, por fascinación, por aquella emoción entregada a una vida de aburrimiento. Las circunstancias adecuadas son las siguientes:
   A veces sucede que el librero de turno le dice al bibliotecario que el libro que solicita no existe, nunca ha sido catalogado ni se tiene constancia de él. El bibliotecario vive aquello como una imposibilidad. Cuando vuelve a su biblioteca revisa los archivos. En efecto, allí sí consta el libro: título perfecto, editorial perfecta, solicitud perfecta. Llama al usuario que rellenó la ficha para comentar el asunto y confirma que, el pobre, lo había encontrado en el propio motor de búsqueda de los ordenadores de la biblioteca, al recopilar bibliografía para su estudio. El bibliotecario llama por su cuenta a la editorial, que, por supuesto, no tiene ni ha tenido nunca un libro de tales características, ni siquiera parecidas. El bibliotecario puede darse por vencido en cualquier parte del proceso; pero cuando vuelve a suceder algo así –a veces nunca más, a veces con insólita frecuencia– el bibliotecario vuelve a llamar a unos y a otros, habla con varias editoriales, habla con varios bibliotecarios y es por fin así, a través de sus colegas de profesión y confusión, como asume la existencia de libros fantasma.
   El bibliotecario acude por primera vez a una congregación de colegas en su misma situación. Son reuniones secretas que van cambiando su sede de cita en cita. Allí el advenedizo se sorprende del descomunal número de bibliotecarios que llenan castillos enteros con las más austeras comodidades. Los más veteranos contemplan con preocupación cómo el número de asistentes crece y crece reunión tras reunión; se cuestiona si la política decidida en su momento sigue siendo sostenible. Resulta evidente que la mayor afluencia de bibliotecarios a las reuniones periódicas y secretas es síntoma de que el número de volúmenes fantasma aumenta en alguna progresión matemática vertiginosa. Con ellos aumenta, además, el número de autores fantasma, editoriales fantasma, impresores fantasma, etc; de todos ellos, sólo los bibliotecarios del cónclave tienen noticia. Toda una industria literaria que prolifera en las sombras de los catálogos, de los archivadores digitales, y de la cual sólo puede accederse a mínima información: títulos, autores, fechas (algunos ejemplares fantasma parecen datar de antes de la civilización escrita). En su momento, se decidió seguir un registro de estudio y vigilancia; pero es obvio ya que esto se ha ido de manos.
   En nada afecta aún a la dinámica general esa dimensión de bibliotecas fantasma –los más altos cargos de la organización son gestores de auténticas bibliotecas virtuales, donde se van trasladando y acumulando los nuevos hallazgos, sacándolos así de la investigación gentil–; sólo estos bibliotecarios saben de los dos mundos, se sitúan entre ellos, atendiendo a la difícil distinción entre volúmenes reales y volúmenes fantasma. La tarea se complica porque la propia gestión de la organización genera tensiones de poder. ¿Qué poder? Desde luego, ninguno derivado de los libros mismos, reales o fantasma. En primer lugar, la intendencia económica para mantener el secretismo y la viabilidad de las reuniones deriva en ciertos desvíos, ciertas malversaciones, que algunos aprovechan en su propio beneficio. Estos tejemanejes, como generan en el conjunto de la asociación cierta alegre prosperidad hedonista (en la calidad del catering, en la elegancia de las camas), no son perseguidos como debieran. Además, el deber aquí se orienta hacia otros discursos. Precisamente a estos: en segundo lugar, el estudio de los volúmenes fantasma ha generado cierto saber erudito. Hay quien pretende haber llegado a un nivel superior en la indagación. Esto no está claro y un segundo secretismo impregna los cónclaves, que se dividen en grupos y cuasi-escuelas teóricas. En esos grupos hay también sus jerarquías, sus influencias, etc. Por último, y no menos importante, están las afinidades personales, anímicas y sexuales que se van tejiendo y enredando entre las relaciones de bibliotecarios, de bibliotecarios y bibliotecarias, y entre las bibliotecarias. Estas tres dimensiones de poder generan nepotismos, familias, países, imperios, vasallos, cuyas disputas se resuelven en las conversaciones, los debates, las comidas, los despachos.
   Es por esto que el desarrollo de los libros fantasma, con sus autores fantasma y su máquina editorial fantasma, no es vigilado tan bien como la organización misma se propone. Ahora es difícil saber si su auténtica intención (intención colectiva emergente de todo el batiburrillo de tensiones) es investigar, es saber, es proteger, es poseer o es follar directamente.

sábado, 17 de septiembre de 2016

Controladores aéreos

–Esta vez hemos estado a punto. Le he dado una semana de baja para que se recupere del estrés. Posiblemente haya que ampliarla.
–¿No bastaba con la asistencia psicológica?
–Ha estado a décimas de segundo de una auténtica masacre.
–O no; no podemos saberlo. Tal vez sólo haya salvado la colisión de dos aviones fantasma.
–Hasta mañana por la mañana no podremos saber con certeza qué vuelos aterrizaron realmente y cuáles eran vuelos fantasma.
–Cada vez tarda más. Eso empeora la situación. Debemos encontrar una manera de agilizar el análisis de datos. Es una prioridad.
–Necesitamos más personal. No damos a basto con esta proliferación de aviones fantasma.
–No podemos permitírnoslo. Ya nos está sangrando la inversión en los programadores que intentan resolver el algoritmo dichoso que permite a los fantasmas simular las conversaciones de radio.
–No creo que haya más opción.
–Si invertimos más, la empresa colapsará. El aeropuerto cerrará; pero eso tal vez desencadene el caos precisamente por la persistente operatividad de los aviones fantasma.
–Debiéramos hacer una llamada de alarma al Estado y buscar ayuda de funcionarios o voluntarios.
–Nada de eso. Debemos dar la sensación de que seguimos controlando la situación. Si se desborda el pánico estamos perdidos.
–Después de lo de hoy, creo que es cuestión de horas, ya no de días, que perdamos el control.
–Además, ¿de dónde íbamos a sacar gente cualificada de buenas a primeras?
–Podemos recurrir a becas para los alumnos de último de grado. Podemos incluso acudir al apoyo de recién jubilados bajo la forma de simulacros de experiencia.
–¿Con qué dinero?
–Nada, de momento. Podemos crear becas fantasmas y cursos fantasma para controlar a los aviones fantasma.
–No te pongas irónico.
–Hablo en serio. Estas semanas han aniquilado mi humor.
–Entonces, ¿qué tal salarios fantasma? Al menos este mes. Nadie notará nada, de momento.
–Se me ocurre una idea que puede ir en esa dirección.
–Habla.
–No sólo hay aviones fantasma, sino que han aparecido compañías fantasma y aeropuertos fantasma.
–Cierto.
–Podemos usar una presunta contratación de vuelos con esas empresas, consorcios... eso generará una bolsa que nos permitirá ampliar el personal.
–¿Sabes lo que estás diciendo?
–No del todo. Tendré que llevarlo a los de economía.
–Bien, que sea ya. Esta misma tarde tiene que estar esbozado un plan. ¡Ah, y pocas personas! De aquí a mañana esto se puede poner muy duro. Con tres o cuatro cabezas pensantes tiene que ser suficiente.
–El problema es que si abrimos la tapa de los negocios fantasma, no sólo habrá vuelos fantasma, sino que habrá embarques fantasma dentro de nuestros propios aeropuertos. Los viajeros frustrados llenarán las terminales en treinta y seis horas.
–Pues ya sabes el tiempo que tenemos.
–Al menos una oleada de colapso será inevitable.
–Pues despierta a los de comunicación. De momento, los viajeros deberían saber contentarse con permanecer vivos. Que elaboren una campaña informativa.
–Pero eso contradice la estrategia de mutismo que querías.
–Cierto, cierto. Bueno, tú plantéales el problema a los de comunicación y que lo resuelvan.
–Los pasajeros sabrán que su avión es real y sabrán también que el avión con el que choquen es real; pero esto sólo después de haber chocado. Nosotros ni siquiera sabemos qué avión es real y cuál no.
–Eso es lo que ellos no deben saber.
–Lo resumía sólo para no perder el norte.

viernes, 16 de septiembre de 2016

Hermosas cajeras de supermercado

   El primer evento de esta naturaleza tuvo lugar en un local de provincias, considerablemente grande, de la famosa cadena de supermercados Etcétera.
Descripción del evento:
   El láser de la caja registradora anota la presencia de un producto que, sin embargo, está vacío. El código de barras está en el propio producto; no en el envoltorio ni en la caja. Sin embargo, láser reconoce el producto como otro cualquiera de su clase. El hecho es que el producto está vacío.
   De las primeras reacciones no queda constancia, más que a través de relatos posteriores y posiblemente ya tergiversados. Quienes declaran, hablan de las conversaciones entre las empleadas, las jefas, las proveedoras. Hablan de una puesta en común. Todas las narradoras se sitúan como primera descubridora del evento o la primera confidente, en una red de conversaciones entre muchas primeras descubridoras y primeras confidentes.
   Pongamos que Silvia Audaz, hipotética cajera descubridora del evento, pasa por primera vez el primer producto vacío de esta naturaleza. Debiera sospechar de distintas peculiaridades:
a) El producto no tiene envase, envoltorio, precinto de garantía ni pegatina; el código de barras está perfectamente impreso en su propia superficie.
b) El producto está vacío. No es ciertamente el producto que señala el lector de código de barras. No se trata de que sea otro producto; sino de que es ese producto, pero vacío.
c) El cliente-consumidor no parece haberse percatado del hecho hasta que es leído por el código de barras. De hecho, la cajera tampoco. Es en el acto mecánico, rutinario, de oficio, de pasar el producto por el láser, junto con la naturaleza vacía del producto, lo que llama la atención de la experta cajera.
   Supongamos que la percepción de b) no es fulminante, sino que llega a la consciencia después de haber pasado, al menos, un par de productos válidos. ¿Qué hace entonces Silvia Audaz? Tal vez decide parar en seco y advertir al cliente de que pasa algo raro. Tal vez continúa pasando –esta vez con más detenimiento– más productos, vigilando de reojo el producto vacío, que el cliente guarda o no en su bolsa.
   Esto es especialmente importante. Si Silvia no lo avisa, el cliente no se da cuenta. ¿Cuánto tardará el consumidor en percatarse de que se ha llevado a casa un producto vacío?
   Silvia Audaz sospecha que se encuentra en una cámara oculta. No es real.
   Silvia Audaz, según dicen unos, observó el producto detenidamente, comprobando su naturaleza, descuidando el ritmo de trabajo. Según dicen otros, se llevó el producto a casa, como objeto o como pensamiento obsesivo, invadiendo su tiempo de ocio y su vida familiar.
   Silvia Audaz, según varias versiones, comentó el evento inocentemente en voz alta, provocando las risas, la incredulidad o la curiosidad de sus compañeras. Silvia Audaz expone en cuanto puede que a ella también le ha ocurrido y un mundo cómplice surge entre las distintas empleadas. Hay un sector creyente y otro escéptico.
   Está la Silvia Audaz que habla con su directora, bien por iniciativa propia, bien por demanda de la propia jefa, a la que podemos llamar Silvia Audaz si queremos. Hay que averiguar qué está pasando. Mientras no se solucione el problema se elaborará un plan de contingencia para reaccionar adecuadamente.
   La empresa de supermercados &c distribuye un comunicado interno para que, en la medida de lo posible, se de salida a esos productos sin interferir en la atención del cliente-consumidor.
   La empresa de supermercados &c decide que, para frenar la presión de las reclamaciones, se retire el producto, avisando al cliente del error, con su permiso, al pasar por caja.
   La empresa de supermercados &c acaba por colocar una ventanilla de atención exclusiva a productos vacíos.
   Más adelante se sabe que sucede en otros puntos de la cadena y en otras cadenas de otras ciudades y otros países. Pronto se discute sobre la extraña naturaleza del fenómeno. Se discute si se trata de un error de producción. En las tertulias televisivas se baraja la posibilidad de un sabotaje organizado. En la radio, en internet, la gente expone teorías descabelladas: experimentos sociales, inteligencia artificial, alucinación colectiva, invasión alienígena. A nadie parece preocuparle ya que la relación calidad-precio sea un disparate comercial, o que la automatización de la producción, transporte y venta esté constriñendo el panorama laboral o ecológico, o que haya tantas mujeres en la caja y tan pocas en los puestos de jefatura.
   Discretamente, la empresa de supermercados se ve obligada a construir una planta de almacenaje, reciclaje y destrucción de productos vacíos. Curioso: la vacuidad del producto resulta muy difícil de desintegrar y sus residuos poderosamente tóxicos. En los laboratorios estudian –sin apenas recursos– posibles soluciones.

jueves, 15 de septiembre de 2016

Paleografismos

   ¿Cuántos acasos ahora no estarían de nuestra escritura? Esa que aún no presta la disciplina. Esa cuya creencia aún no se empeñan sus apuntes para mentir con las amigas expectativas, que ahora no mienten suyas sobre sus ignorancias, sus tiempos, su sociedad.
   Pasa que recuerdan. Yo años podría a quién demuestra. Podría recordar nuestros libros. Entre tú y yo, ¿quién es la claridad?, que tantas emociones dice por nosotros.

   ¿Cuántos libros han pasado desde nuestra amistad? Esa que aún no emociona en los añós. Esa cuya disciplina aún no se dicen los recuerdos, para mentir con las claras escrituras, que acaso mientan suyas, sobre sus apuntes, sus ignorancias o sus tiempos.
   Recordarán que prestamos. Yo ahora no estaría en poder. ¿A quién podría recordar nuestra historia? Demostraría que no fuimos sociales. Yo ahora no creería en poder. Entre tú y yo, ¿quién es la expectativa?, que tanto dicho pone en empeñar por nosotros.

   ¿Cuántos años han pasado desde nuestra historia? Esa que aún no está en los libros. Esa cuyos apuntes aún no se prestan los amigos, para cumplir con las expectativas sociales, que acaso crean suyas, sobre su disciplina, sus emociones o sus conocimientos.
   Dirán que mentimos. Yo ahora no podría recordarlo. ¿A quién habría de mentir nuestra ignorancia? Dirán que no fuimos claros. Yo ahora no podría demostrarlo. Entre tú y yo, ¿quién es el tiempo?, que tanto empeño pone es escribir por nosotros.

miércoles, 14 de septiembre de 2016

Sincopasis

La simetría del nadador está incompleta.
Cada brazada es un verso y se desliza
la humedad de tu nombre fresca por los dedos.
Tú, piel, índice de diccionarios incompletos.
Cada caricia es un día, de vestidos y sombras.
Quien ha escrito por ti ha tocado mis sueños.
El lugar y el espacio en el que nos imaginamos
héroes de natación, cada gemido es un lago.
Un lago de murmullos esta noche. Y aquí
se queda por escrito, a la espera de una
zambullida fatal oh! cordial bocanada
de agua, sexo, oxígeno, lectura.

martes, 13 de septiembre de 2016

El futuro

El juego
es como el árbol que agruesa
la precisión del luego y que apresa
fuego dijo sulfuro,
ruego fijo conjuro.

No finja más
sentidos perdonados a la aurora.
No finja más
vorágine de ráfaga sonora.

Conjuro fuego armado
promesa y con paciencia.
Placer luego robado
cortina a su imprudencia.
Como el juego que agruesa
su árbol, si pervive

humano.

lunes, 12 de septiembre de 2016

Inconmismidad

Estas son las mismas
palabras antiguas, amadas
como si fueran nuevas.
Por aquí pasan lombrices
de nuestro huerto cultural underground.
El párrafo con acabado de campana
recuperado en cantos poco religiosos.
Porque dudo del afilado eslogan de tu cintura.
Sueño con la luna social de tu vientre blanco
que en redes de velos comentan las auroras.
Aquí el fantasma de cuanto la genética
quiso ser y el rescoldo de los sucesos
que sí ha sido. Y este enigma:
tu cuerpo nuevo, amado
como si fuera aquel, joven, antiguo.

domingo, 11 de septiembre de 2016

Instrucciones para tomar un café

Si me recuerdas me confundes.
Si me esperas, me desprecias.
Encuéntrame y posterga
tu juicio hasta que todo
desaparezca.

sábado, 10 de septiembre de 2016

Quien te recuerda

Si le hablas del pasado
a un extraño, te dirá:
“Así. Por eso. Esa es tu causa”.
Si le hablas del pasado,
ese mismo, a quien estuvo allí,
te dirá: “No. No fue así”.
Nadie tan amigo como quien
estando en tu pasado aún
te dice: “¡Ah, sí, así fue!”
Nadie tan enfadoso como el
extraño que te recuerda:
“No es esa tu causa”.

jueves, 8 de septiembre de 2016

Herméticamente

Acaso las hermosas
catedrales están selladas
y no dejan que se filtre la lluvia,
que es más antigua que ellas,
los aires y las toxinas de la modernidad.
Ahí vienen con su jarabe de textos,
pero tu amor amenaza con estallar
mi salud y mi cordura.

miércoles, 7 de septiembre de 2016

El Presente

La estupidez
es como el árbol que agruesa
y multiplica su volumen,
la densidad del bosque,
la oscuridad de la sombra.

A miles los sonidos se devoran.
Los animales se beben.
El hombre se pierde.
El tiempo se demora.

Sus raíces abrazan lo podrido,
sus ramas se parten por tocar
el relato del sol
que ya otras ramas cantaron.

Sus hojas y sus flores crecen
como etiquetas de productos de fábrica que
devuelven al ser humano a sus orígenes.

martes, 6 de septiembre de 2016

Cuando tus ojos iban detrás de mis palabras
y mis dedos al cabo de tus labios.
Qué cruel el tiempo, que entrega
ignorancia a los jóvenes, memoria a los viejos
y piel a todo el mundo.

lunes, 5 de septiembre de 2016

domingo, 4 de septiembre de 2016

Definición

Adulto es todo aquel que tiene
habilidades suficientes para
hacernos olvidar,
por un instante,
que no sigue siendo un niño.

sábado, 3 de septiembre de 2016

Si siguieran mi consejo

La gente va por la calle
metida en sí misma.
Observadlos en su burbuja de atención,
en su mundo aparte. Raro es
que no choquen entre sí con más frecuencia
y airados digan “qué es esto”,
temerosos, “qué ha pasado”.
Observadlos. Si todos siguieran
mi consejo irían menos ensimismados y estarían

más enmimismados.

viernes, 2 de septiembre de 2016

Preguntas quién soy.
No reconoces el cuerpo que de joven
amaban las enfermedades y
de viejo ha sido
seducido por la muerte.
En la mediana edad todo
parece verdad;
incluso el absoluto, que siempre
se ríe de sí mismo.

jueves, 1 de septiembre de 2016

El Pasado

El hombre sabio
es como el árbol que agruesa
al cielo sus ramas y al
infierno sus raíces.
Qué le preocupa sino engordar
con la luz del sol
y la humedad de la tierra.

Los pájaros devoran sus frutos, insectos
carcomen su madera, gusanos sus raíces
y el humano aprovecha cuanto pueda
imaginar.

Así, siendo tú la luz del sol,
siendo tú la humedad de la tierra,
procura sacar provecho
para que tenga alimento mi corazón

de sobras egoísta.