domingo, 6 de diciembre de 2015

No se llama amor a esto

Uno apenas puede decir
más que su teclado, de miles
de millones de signos, o más, 
tiende desplegado en ese viscoso y diminuto
cubil que es su momento.
Uno cree en su libertad, pero 
es la resaca de su ignorancia.
Uno vive limitado a una escucha imposible.
Uno cree entender y aprender. Su entendimiento
es pura sensación, sin contenido.
Al otro se le exige -así en impersonal-
por puro automatismo de milenios
de creencia. La exigencia es el reverso 
de la frustración. La frustración es 
el estado natural de la experiencia.
La experiencia es la memoria creándose
como novedad, olvidándose como experiencia,
creída como recuerdo, exigida en la realidad.
Uno ha inventado la palabra real: es el campo
en el que compiten los reyes por sus propias monedas. 

Tú. Te vi escapar de esta deriva. No pude 
reconocerte pero ahora sueño contigo.
No sé qué eres, hermosa esperanza.