domingo, 20 de septiembre de 2015

El arte del disimulo

Memoria, memoria, te desvaneces.
Una vez fuiste como la sangre, el sudor,
perennes, el calor en el cuerpo y la finura
de oído. Luego, la prenda
de vestir, hábil para un día
o sólo una vez. Finalmente,
testigo de este extraño deterioro,
como una amiga que tal vez me amó profundamente,

más allá de lo que hubiera podido imaginar

y que ahora
es el eco fantasma de otras otras épocas.
Memoria, tus palabras son vanas.
Apenas cunden los recuerdos que además
se confunden unos con otros.
Apenas da de sí la imaginación de cuanto acontece,
torpes como son los ojos
que en tu regazo sobreviven.