miércoles, 26 de junio de 2013

Debilidad, debilidad, amante perpetua,
que no conoces su rostro en mis dilatadas pupilas,
su excitación saltando muscular y hambrienta,
su placer humedeciendo los sonidos más dulces,
ni la mella invisible en mi mente de oficio.
Pero qué arte tienes –será nuestro secreto–
para atrapar la ocasión, como tú,
hecha de vuelos.
La técnica cree en el hombre.
Dije que me escondo. Es un error. Debí decir:
no existo. Soy en ese caso un vacío que se esconde.
En una lógica, en un idioma –la física como escondite–,
en una coherencia moral fruto de un azar divino
o de las modas, como ahora se estudia.
Estuve a punto de no escribir esto; pero pensé:
es mi deber, hay que estar atento, a lo que es
ingenuidad, mentira intencionada, esencia
o simplemente sucede.