miércoles, 11 de febrero de 2015

Entonces

El frío se hace de manos.
Despliego los dedos  -no dan más de sí-
entre las piernas, justito en la ingle.
Nada de erotismo: demanda de frío.
Me sorprende que estén vivos.
Se romperán si los muevo.
La carne ha agotado pronto su reserva.
Dedos fríos, muslos que se hielan, ingle
que aún confía en la sangre.
No; soy yo, nada del tiempo,
quien la física imagina,
quien siente y teclea
ahora.