miércoles, 9 de diciembre de 2015

Fue un hecho

El invierno guiña entre nieblas y nubes grises
la negrura de una noche.
Desde tan lejos con sus intenciones, brillan
impasibles las estrellas.

Las coloreadas luces de la ciudad delante trepan 
un muslo oscuro de sierra.
El timbre de su colores, al moverse el paisaje,
hacen bailar su muñeca. 

Autovías, calles, avenidas, salpican de faros
otro arrebato de nieblas.
Las inquietudes van siguendo el ritmo de mil
sentimentales urgencias.

Dentro de mi coche-caparazón, me siento dirigir
códigos de fuegos fatuos.
Ya sucedió la dirección, ya está entregada la materia
de tanto brillo en los ojos.

El chisporroteo de las neuronas es pura imaginación
detrás de este velo oscuro.
El contenido de su suerte-sabor de su lectura quién
si posición o si huella.