viernes, 12 de septiembre de 2014

En el principio era un café. Ella llegaba tarde y él se sentó en la terraza con aire de suficiencia. 
Trataba asuntos serios, ya ves, y contundentemente se negó a perder el tiempo en fruslerías. Ella se apartó ofendida como si los asuntos fueran ella misma en el desprecio. Se fue a hablar con otro grupo despechada en el irse, despreocupada en el llegar. Pero estaban conectados: cuando le concedió, temeroso de haber perdido la oportunidad, otro momento, una cita, un café, para hablar con calma.
Ella apareció casi al instante en el que él llegaba. Prescindió de prolegómenos. Estaba desconcertada.