Un estado gobernado por un millón de tiranías
difícil o fácilmente podría ser llamado democracia.
Y, sin embargo, intenta aplicar esto a la armonía
del alma, a la tectónica de una catedral
o a la gramática.
Aplícalo al bullir de tus pasiones o al trasiego
de los días. Verás
lo que pasa.
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