Cuando existía lo bello, soñaba
que paseaba contigo y eran nuestras manos;
siendo el despertar una serena pesadilla.
En el día, largo, que dura años, que se trabaja,
que se ve perder lo conocido y lo amado,
se llega a la conclusión de que no existe lo bello.
Es una hipótesis, y se plantea de mil formas,
sin llegar a formularse, por educación, nada más.
Pero es convincente, y sin belleza, todo pierde
su valor, se desconoce, se vuelve
indiferente, incluso la hipótesis,
que se percibe casi como amada, pero ¿por quién?
no siendo hermosa, desaparece.
El día desaparece, agotado por tanta indiferencia.
Es entonces cuando uno empieza a reconocer
el sutil discursillo de la noche. Nos cae bien.
Nos habla de algo inverosímil: la Realidad,
el siempre estuvo allí y la Belleza.
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