Me odiaba tanto, con tantos miedos me hacía acompañar
por los pasillos de lo que pensaba un laberinto.
Y, cuando apareció el sentido de la desaparición,
a ese ser odiado lo miro con nostalgia, y a sus miedos
los hago acompañarle incluso con ternura.
Se tienen al cabo, los unos a los otros.
Y el miedo, el odio, el laberinto y yo jugamos
a esconder a ese pobre su futura esperanza.
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