Todo placer es el primer placer.
Pero no todo placer es el segundo
placer porque, siendo el primero,
ya es un no ser el segundo
y así sucesivamente. Pero sucede
que un placer, siendo el primero
siempre, es un no ser ese mismo placer.
Por tanto, hemos de deducir (si
queremos, ya sabes, la obligación...)
que el primer placer tampoco era
ese mismo placer. A lo cual
ningún placer existe, ni existió nunca
ni puede llegar a existir. Y ahora
rindamos culto y frenesí a los dioses
de la lógica.
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