Cualquier cosa comprensible, deberíamos asumir ya que es irónica –para esto no hacía falta llegar al siglo XXI–.
Por tanto, la ironía fundamental, presente en todo enunciado, es la presunción de que dicho enunciado no es irónico –no debería aclarar que esto ya se ha demostrado imposible–.
Nos saltamos varios grados de ironía real, no sé muy bien si estudiadas o no, para reírnos de la definición canónica de ironía –insisto, la definición de ironía es irónica en sí misma, matemáticamente incluso, matemáticamente irónica, quiero decir, no que lo sea matemáticamente, aunque tal vez no quiera decirlo, es lo que tiene la ironía: hay tantos matices en la contradicción–.
Bueno, a qué seguir. Sobre los grados intermedios presupuestos y los derivados de la ironía canónica –así como los absolutamente independientes– cualquiera es el encargado de encontrarlos. ¿O es que pretenden que yo sea una lista finita?
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