De pequeño me creía un apaciguador de los infantiles rencores de vasos y cuchillos que se peleaban por el calor de nuestras manos y la pasión de nuestros labios.
Los pasos se vuelven, acaso, refinados, pero la corriente se adivina en bruto, por más que los objetos hablen educadamente de tantas otras cosas.
Por aquí también pasaron tus manos, predicando la nostalgia.
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De pequeño me creía un apaciguador
de los infantiles rencores de vasos y cuchillos
que se peleaban por el calor de nuestras manos
y la pasión de nuestros labios.
Los pasos se vuelven, acaso, refinados,
pero la corriente se adivina en bruto,
por más que los objetos hablen educadamente
de tantas otras cosas.
Por aquí también pasaron tus manos, predicando la nostalgia.
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