He sido arrojado a las inclementes tormentas del día, cotidiano, rutinario, oficiosamente semanal, no sé muy bien por qué ofensa a los dioses, que justo antes (diáfana vorágine de historia mía) jugaban conmigo al terror y al deseo, sin máscaras. Me siento un continente que acopia. Me siento un sólido que se desgasta. Me creo y me percibo. O al revés.
Pero cuando los dioses jugaban conmigo, nada de eso, ni nada de nada. Vacío entregado al deseo y al terror de esta vorágine pronta al abandono.
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He sido arrojado a las inclementes tormentas del día, cotidiano, rutinario, oficiosamente semanal, no sé muy bien por qué ofensa a los dioses, que justo antes (diáfana vorágine de historia mía) jugaban conmigo al terror y al deseo, sin máscaras.
Me siento un continente que acopia.
Me siento un sólido que se desgasta.
Me creo y me percibo. O al revés.
Pero cuando los dioses jugaban conmigo, nada de eso, ni nada de nada. Vacío entregado al deseo y al terror de esta vorágine pronta al abandono.
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