Piensa
qué aburrida la columna
tantas horas sombrías en la cochera.
Cómo censurarle su deseo de bailar
con lo que ellas creen que somos los hombres
grandes vehículos en movimiento.
Arañazos rojos de carmín y pasión:
ahora mi coche y mi columna son uno.
–¡pero qué sabrán de mi desliz, mi momento,
mi pasión entregada cuando hablaba contigo
porque éramos pura caída!–
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