domingo, 12 de mayo de 2013

Hablo con mis actos. Los actos no existen.
Dime qué son (si sabes cazarlos al vuelo).
Digo lo que hago. En lo que son los dichos
lo que digo existe qué. Y en esto consiste
la retórica entera del ser humano.
El hombre no quiere abrazarte y cuando te abraza
no quiere soltarte y cuando te suelta
no quiere alejarse y cuando se aleja
no quiere olvidarte y cuando te olvida
conoce lo imposible.
Te vi ala a ala entre los brazos de un hombre.
–¡Qué celos de ese hombre!–
Te sentí vena a vena tejiendo a labios en labios
de un hombre. –¡Sí, qué celos terribles, celos!–
Arrastrado por el ímpetu de un hombre que te amó
toda la noche. –¡Sin piedad del fuego que me arrastra!–
Y ese hombre era yo, al que le envidio su momento.
Si el hombre fuera un alfiler
para la mujer, que es prueba de lo perdido.

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