La gran proeza del diablo
fue convencer a la humanidad
de que la mentira existe.
Yo creo en ti, mentira, pero no te considero
valiosa, ni afilada, ni útil, ni piadosa.
Maquillaje de ámbar y lapislázuli.
Tarrito de azafrán y otras especias.
Mentirosa envidosa de la luna y el tic
tac de las horrendas y horadadas horas
sonoras
que bien te acuerdas de cuando fuimos a jugar.
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