Sólo por eso voy a atacar
la ráfaga de seda que quede en el instante,
las veces que me hablaste y arrojabas permisos,
la lluvia de dilemas, el suelo, siempre y sangre,
quieto y tendido ya nunca más
en una noche pintada
en un salón derramado
en este pecho sufriente
los perros del amor valiente y su sonido
que saben a dos
que saben a vida,
que saben a promesas,
a vida y volverás.
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