Cosía pacientemente el frío con un hilo de sangre.
Ese hilo de sangre flotaba ingrávido en la habitación.
La habitación no tenía todos sus muros completos.
El día cosía intrépido los huecos de la sala,
venía a enhebrar desde muy lejos y salía más allá.
Venían los huéspedes preguntando por la herida,
qué diré yo: el amor, el amor no sangra.
Ellos tejían sus gestos, sus gestos de amor. Quisiera
poner -juguete- orden pero mis -dos- manos
no son quienes quienes conocen la voz.
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