La seriedad se va de juerga más de lo que parece.
Sale a la calle a embriagarse de rostros serios.
Recita palabras serias con tono demudado.
Y cuando se siente al borde del orgasmo desiste
de dormir y pasa directamente a olisquear la muerte.
Luego tienen que llegar los hombres alegres a limpiar
todo lo que esa noche dejó roto, firmado y putrefacto.
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