Siempre había pensado la fuga como una salida. Siempre había pensado el edificio como un castillo. Sin embargo, ¡era tan obvio!, los que huyen se fugan construyendo. El castillo alienta constantemente a ser conquistado. Pero y si la fuga, igual que renunció a su huida en el tiempo, tampoco es una fuga del lugar. Y si el edificio no fuera un castillo. Y si el repertorio de nuestras estrategias fuera, ni fantasma ni original, sino un trozo diminuto dentro de un gran tapiz de equívocos.
Estos pensamientos me llevan a la renuncia. Y pienso que esta renuncia es el sentido último de la fuga. Me tienta. Renunciar es la auténtica huida. Si es así, alimentaré con confusiones para justificar mi huida, posibilitarla, impedirla, descubrirla, equivocarla.
Sea como sea, estaré atrapado, atrapando y huyendo en el acto mismo y constante de renunciar.
Estos pensamientos me llevan a la renuncia. Y pienso que esta renuncia es el sentido último de la fuga. Me tienta. Renunciar es la auténtica huida. Si es así, alimentaré con confusiones para justificar mi huida, posibilitarla, impedirla, descubrirla, equivocarla.
Sea como sea, estaré atrapado, atrapando y huyendo en el acto mismo y constante de renunciar.
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