Cuando me dijeron por primera vez
que en aquella ocasión no fui
capaz de reconocerme en el espejo,
no lo creí; pensé que hablaban
de otro, que hablaban de broma,
que deliraban –y por qué iba a ser
yo el objeto de su delirio–.
Las siguientes veces me sonó
a conocido y quise investigar.
Quién será ese que no sabe quién es
y aún así actúa exactamente
igual que yo.
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