Las sales de tu piel eran las normas
y la resaca del día, es decir,
las obligaciones, o la necesidad, o la arbitraria
responsabilidad de la meteorología,
el tablero de juego. Lejos del prestigio social
la nostalgia me hacía trampas.
Y ahora escribo para que me encuentres
desde la casilla del pasado, tú
que nunca ya serás quien fuiste
ni te diluirás en estas palabras
de nada.
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