Ocurrió en el balcón de la necesidad.
Asomados a una culpabilidad intermitente.
Con violencia segaste los geranios del atrevimiento.
Con violencia abriste sitio para un abrazo de aire.
Allí donde comían los gorriones últimos de la ciudad.
Allí donde aún venían a entrar las abejas y las moscas.
Acabó calcinado como se calcina este planeta candente.
Como si en él no hubiera agua, ni sal, ni un poco de carbono.
Como si a la sombra de esta puerta no hubiera otra entrada a la fantasía.
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