Hay al menos tres lugares distintos.
Uno en el que el autor es algo distinto de su obra.
Realmente no la conoce.
Otro en el que la obra es algo distinto de su autor.
La obra es ahí un objeto dado, exento de creador.
En otro lugar, el autor y su obra tienen un diálogo
en el que uno es el reflejo del otro y viceversa.
Este último es un lugar inventado, y está siempre
siendo creado por alguien que es un lector
del autor y de la obra, y de la lectura y de su creación.
Esos tres lugares viven ajenos unos a otros, como pájaros
posados en ramas distintas de un árbol. La existencia
de ese árbol es hipotética y no será demostrada.
Hay un lugar en el que la obra no tiene idioma.
Si tuviera idioma, el idioma mismo sería la obra.
Para que esto no suceda, la obra se da una sola vez.
Donde hay memoria, la creación no tiene lugar.
Donde hay creación, la memoria juega a masticar
el cuerpo de un encanto seducido por su sonrisa
o su boca.
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