Esta ciénaga se mueve. Está
en movimiento. Y no al modo
del café en la taza de los días,
del reflujo en el espejo de mis tripas,
no: va en curva inimaginable,
en surtido de direcciones,
en ausencia de sentidos.
Si alguna vez se cruza consigo misma
es culpa del tiempo.
El frío de su marrón humedad
será culpa del tiempo.
La tierra, la sangre, la culpa y el tiempo
se mueven. Se mueve;
conviene recordarlo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario