Despacio, al tempo de su danza,
amo una rendija en la ventana.
Lo justo para ver un cisne en el estanque
cuya silueta repaso
al deslizar la lengua
por la suave curva que mi dientes me regalan,
despacio, al tempo de su danza.
Una fina rendija, apenas. Lo demás, qué pronto
se emborrona, lo empaña el calor, lo ensucia la lluvia;
no me permite concretar el orgullo de las obras
ruidosas, zinc, arena, metal, esas aves zancudas
que lenvantan, con sus picos interminables, gigantes
batracios de pensamiento, antes de engullirlos,
armas de repetición, ascensores de cínicos destinos.
A este lado de la mansión,
la de colosal y efímera cristalera entre cristaleras,
amo una rendija en la ventana.
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