En la laguna, un claro de tormenta.
Lápiz de labios, plato de tormento.
Iba a brazo partido a bregar en el charco,
a separar el fango del lodo, el lodo del barro.
Salía patizambo con esos pastiches terrunos
pegados a las botas que la lluvia no conseguía
limpiar.
A inundarme de cuerpos, a pensar en pantanos.
Pero se acerca la cita con mi amante y, amigos,
el humor está asegurado.
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