Usted va a ser interrogado por todos sus vicios
(aún no hay matemática para su número), por más
que sus preguntas sean inteligibles:
donde su interrogación empieza y acaba
(aún no hay matemática para su geometría), por más
que la cota de su línea sea la censura de su posesión.
Los arqueólogos han dragado la cisterna en que se sirve
de alimento a sí mismo (aún no -por más-
hay matemática para su censo) hasta hallar la pose,
posible posición de la pregunta, del vicio y de esta cifra.
Pero usted, no yo, ni mi espejo ni mi sombra,
ni, por supuesto, el hermoso sendero en que transita mi amor.
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