Digo que dos demonios me atormentan.
El uno es la ignorancia, que me impide
captar los entresijos de este mundo.
El otro es el olvido, que arrebata
lo que una vez sentiera a manos llenas.
Así, qué queda, sino soportar
-si fuera posible contigo,
cómplice de mis desgracias,
dibujante de mis alocadas invenciones,
de mis ilusiones, de mis conocimientos-
que llegando el límite de los días
he de saber
que he vivido perdiendo tanta vida.
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