Y más adelante, en días sucesivos, les hubo de decir:
»Su obra más importante es la Poética. En ella analiza los entresijos del lenguaje y su relación con la acción, con los objetos, con el pensamiento. Le sirve además para explicar cómo leer y entender sus propios textos, siempre extraños y confusos. Yo mismo no termino de comprenderla del todo; pero estoy seguro de que mentes privilegiadas como las vuestras, como la tuya, reputado Aristóteles, resolverán los problemas de su estilo, siempre combatiendo la ilusión de entendimiento, siempre en contra de la ilusión de verosimilitud, lejos de la imitación, lejos de la unidad. Toma como punto de partida el lenguaje del chiste y de la comedia, abordando todas las dimensiones del humor, de la ironía, de la risa, la ficción... También quería completar su Poética con otro gran apartado que trabajara el lenguaje de la tragedia; pero decía mi padre que Sócrates siempre se quejaba de que le resultaba demasiado aburrido y nunca llegó a escribirla.
»Si esta Poética suya saliera a la luz, todos los contundentes discursos de vuestra Academia, incluso los del inapelable geómetra de vuestro maestro, volverían a ser puestas en duda, como en los tiempos mismos en que Sócrates paseaba su manta roñosa por las calles de Atenas. Pero entonces, no dudéis, se echarán sobre vosotros como se arrojaron sobre él. Y no sólo sobre vosotros, sino sobre vuestro fantasma, tergiversando vuestras ideas, llevando la gloria de vuestros nombres en un sentido que en nada corresponde con la verdad, sino a sus propios intereses, que harán pasar como la verdad más fiable. Porque en el fondo, Platón, desde muy joven, y su gente, los aristócratas de la más vieja condición han ido orquestando todo este mundo académico para evitar que los jóvenes piensen y se conviertan en hombres sabios. Ellos quieren hombres serios, hombres sometidos a las grandes e inapelables ideas: el bien, la virtud, la sabiduría, el estado... Que nadie cuestione esas ideas y atienda a sus contradicciones. Que nadie cuestione la contradicción entre sus ideas y sus actos. Que nadie cuestione las contradicciones en la visión de Sócrates y sus ideas que ellos mismos proponen. Y digo ellos porque Platón, con su impecable e inteligente estrategia, ha ido creando por todo el Mediterráneo sucursales de su Academia, recopilando saberes y convenciendo a los maestros, bien con la belleza de su discurso, bien con la influencia de su posición, bien con el peso de su riqueza.
»Su obra más importante es la Poética. En ella analiza los entresijos del lenguaje y su relación con la acción, con los objetos, con el pensamiento. Le sirve además para explicar cómo leer y entender sus propios textos, siempre extraños y confusos. Yo mismo no termino de comprenderla del todo; pero estoy seguro de que mentes privilegiadas como las vuestras, como la tuya, reputado Aristóteles, resolverán los problemas de su estilo, siempre combatiendo la ilusión de entendimiento, siempre en contra de la ilusión de verosimilitud, lejos de la imitación, lejos de la unidad. Toma como punto de partida el lenguaje del chiste y de la comedia, abordando todas las dimensiones del humor, de la ironía, de la risa, la ficción... También quería completar su Poética con otro gran apartado que trabajara el lenguaje de la tragedia; pero decía mi padre que Sócrates siempre se quejaba de que le resultaba demasiado aburrido y nunca llegó a escribirla.
»Si esta Poética suya saliera a la luz, todos los contundentes discursos de vuestra Academia, incluso los del inapelable geómetra de vuestro maestro, volverían a ser puestas en duda, como en los tiempos mismos en que Sócrates paseaba su manta roñosa por las calles de Atenas. Pero entonces, no dudéis, se echarán sobre vosotros como se arrojaron sobre él. Y no sólo sobre vosotros, sino sobre vuestro fantasma, tergiversando vuestras ideas, llevando la gloria de vuestros nombres en un sentido que en nada corresponde con la verdad, sino a sus propios intereses, que harán pasar como la verdad más fiable. Porque en el fondo, Platón, desde muy joven, y su gente, los aristócratas de la más vieja condición han ido orquestando todo este mundo académico para evitar que los jóvenes piensen y se conviertan en hombres sabios. Ellos quieren hombres serios, hombres sometidos a las grandes e inapelables ideas: el bien, la virtud, la sabiduría, el estado... Que nadie cuestione esas ideas y atienda a sus contradicciones. Que nadie cuestione la contradicción entre sus ideas y sus actos. Que nadie cuestione las contradicciones en la visión de Sócrates y sus ideas que ellos mismos proponen. Y digo ellos porque Platón, con su impecable e inteligente estrategia, ha ido creando por todo el Mediterráneo sucursales de su Academia, recopilando saberes y convenciendo a los maestros, bien con la belleza de su discurso, bien con la influencia de su posición, bien con el peso de su riqueza.
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