No construyas con tus órdenes
aquello que se destruirá,
a vecinos y esclavos, amantes
y enemigos, cuando caigan
los imperios que nos sustentan,
con amenazas brillantes,
como diluvios y ni el barro
quede de sus monumentos enormes
que discuten día a día con el cielo
dando sombras enormes. No.
Múerdete, aprieta los dientes con fuerza,
bocado a bocado, si hiciera falta,
hasta que tú y cuanto puedas llamar tuyo
ya apenas sea una sola
moneda de cambio,
como el instante.
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