A la hora
de no ser capaces de distinguir
el hilo negro del blanco,
es lo mejor
con la misma paciencia destejer
el paisaje ávido del día.
¿Vas a llevártelo a los sueños,
al itinerario de hechizos y de monstruos,
al salón de los relatos tendenciosos,
al viaje en espera de la isla-amanecer
que es el reino y el hogar de ti misma, esposa?
A la hora,
sin más criterio que tu vista
cada vez más anciana, menos mirada,
es preciso,
urgente a veces por exceso, a veces por defecto,
vaya a ser que esta sea tu última paciencia.
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