Adivina su síndrome.
Pon una gota del paraíso turista.
Pon una fina capa de su opuesto,
digamos,
la carcoma hirviente de la guerra,
no, de la batalla, no, del herido sin saberlo.
O cualquier otro opuesto,
digamos,
la meditada reflexión, la escritura,
no, el gesto del escritor, no, del lector.
O, enredando en esta línea,
digamos,
el niño que todavía no ha aprendido,
el anciano que aún no pudo
olvidar.
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