No permitas que hable de lo no nombrado,
que no sé descubra el lindo cofre de las metáforas,
no se vaya a saber, y que por el sabor venga
la envidia de los dioses.
Pero si me tiras de la lengua diré lo no debido
(que las calles son líneas de dedos en la espalda,
que en la ciudad de la doscientas fuentes
vivo instalado en la sed de tus entrañas,
que desde arriba las noches todas son letras
diminutas como mil constelaciones apagadas)
en vez de dejar repartido, trozo
por trozo, el secreto entre todos
con las palabras.
(Glosas a un poema privado, V)
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