Pero ellos no podían saber que hablaban
de nosotros. Y que nos veamos
reflejados en el río de sus sentimientos
es pura casualidad, un lapsus
del entendimiento. Igual
que nosotros no podemos saber
que hablamos de aquellos que vendrán.
Ese que se cree yo no sabe quién soy,
qué hice, qué no dije, qué podría ser.
Cómo sabes tú que hablo entonces de ti.
Que no es otro el límite del puzzle lenguaje.
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