IV
Al cabo de un tiempo, se sintió incapaz de distinguir un tesoro de una tentación. En ese estado le resultaba angustioso tener que renunciar a un posible tesoro, o considerar una posible tentación.
A quien veía oportuno (y cada vez más, a cualquiera), le interrogaba, le pedía ayuda, le exigía que compartiera su saber para solucionar el problema. Reservaba un buen lote de horas diarias para estudiar en los libros, archivos, bibliotecas, internet... Asistía de oyente a varias universidades, viajaba a congresos a un lado y otro del país.
Cruzó fronteras imposibles.
Aprendió a encontrar de todo con eficacia. Y, sin embargo, aprendió más bien a resignarse, por no poder asegurar un juicio sobre qué era valioso, deseable, apropiado. Admitió el ácido aguijón de ese terrible compañero y quedó en él una hambre voraz por cualquier diferencia.
Por eso cada mañana se levanta hundido y empujado a cumplir con ansia su castigo.
A quien veía oportuno (y cada vez más, a cualquiera), le interrogaba, le pedía ayuda, le exigía que compartiera su saber para solucionar el problema. Reservaba un buen lote de horas diarias para estudiar en los libros, archivos, bibliotecas, internet... Asistía de oyente a varias universidades, viajaba a congresos a un lado y otro del país.
Cruzó fronteras imposibles.
Aprendió a encontrar de todo con eficacia. Y, sin embargo, aprendió más bien a resignarse, por no poder asegurar un juicio sobre qué era valioso, deseable, apropiado. Admitió el ácido aguijón de ese terrible compañero y quedó en él una hambre voraz por cualquier diferencia.
Por eso cada mañana se levanta hundido y empujado a cumplir con ansia su castigo.
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