Esas que salen de tus ojos perlas de suicidio
arrojadas a un mar invocantes con sus ramas,
bosque que delira con el viento y ronronea
las antiguas salmodias de anhelo hacia el rayo,
saltarían de un décimo piso si tú se lo pidieras.
Y yo soñaría entonces con cercenar mis manos,
con depositar mi corazón sin latido en el asfalto,
Pero viviré errante y castigado, sudando
las miradas y los días como si fuera
castrado por la tentación.
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