Cuando uno crea un mundo quiere vivir en él.
Construir una vida es una labor atenta al descuido,
así de inevitable un querer sencillo se escapa de las manos.
Por otra parte, desconocidos y extraños detalles irrumpen
a sacarnos de lo que creemos nuestra tarea y cómo cuadrarlos.
Las paredes tienen entonces el mismo frío helado de la sangre.
Es descorazonador, esa es la palabra.
Tú eres ese mundo mío y mi vida y el día que se levanta.
Así dicho, queda extraño, insólitamente traído de otro
país y corazón, economía y leyenda.
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